Carta abierta a las Fuerzas Armadas del Ecuador
Caracas, 2 de marzo de 2008.- En declaraciones dadas ayer en la noche, el presidente Rafael Correa condenó el ataque militar colombiano en contra de connotados jefes de las FARC, por haberse realizado en territorio ecuatoriano. Correa prácticamente amenazó con ir la guerra por considerar que ésta fue "la peor agresión que ha sufrido Ecuador por parte de Colombia".
Si bien es cierto que ninguna nación puede incursionar en territorio de otra; en ciertos casos existen atenuantes que pueden dirimirse amigablemente a través de canales diplomáticos. Éste es definitivamente uno de esos casos, puesto que se trata de una acción contra una organización narcoterrorista, que no solamente comete crímenes en Colombia, sino también en Ecuador.
La reacción injusta y desproporcionada de Correa se debe a que en esta oportunidad no está actuando como Jefe de Estado, sino como miembro del Foro de Sao Paulo, organización a la cual también pertenecen las FARC, el ELN y Hugo Chávez. Es decir, Correa actúa como camarada de las FARC y no como Presidente.
Resulta revelador que la actitud bélica de Correa se haya manifestado después de haber hablado telefónicamente con Chávez, quien imprudentemente confesó públicamente haberle dado indicaciones sobre cómo reaccionar. Sin duda, Correa está siguiendo instrucciones de Chávez.
Si Correa insiste en llevar al pueblo ecuatoriano a una guerra, sólo para defender los intereses de sus socios narcoterroristas, considero deber de las Fuerzas Armadas ecuatorianas impedirlo, desconociendo sus órdenes ilegítimas.
Aunque soy ciudadano venezolano, me atrevo a dirigirme a ustedes en estos términos, porque Chávez está interviniendo flagrantemente en los asuntos internos del Ecuador, como lo hizo ya antes, al apoyar abiertamente la candidatura de Correa. Es importante destacar que Chávez actúa en nombre propio y no en representación del pueblo venezolano.
Aprovecho la oportunidad para manifestarles mis mejores deseos, extensivos al pueblo hermano de Ecuador.
Alejandro Peña Esclusa
Presidente de Fuerza Solidaria
domingo, 19 de septiembre de 2010
La república del reggaetón
La república del reggaetón
Hernán Pérez Loose
En los últimos días el país ha podido ir saboreando el jarabe de sus errores. Nuevamente comenzamos a transitar en el descalabro institucional. La tesis que acuñó en su momento el nazismo alemán de que la legitimidad de los actos públicos no se mide por su legalidad o conformidad con la Constitución sino por la popularidad del líder que los ejecuta o el golpe de escena que puede generar en la opinión pública, no ha dejado de tener adeptos. Es una doctrina que ha sobrevivido hasta nuestros días a pesar del alto precio que tuvieron que pagar quienes cayeron en esa trampa, algo que el constitucionalismo no ha cesado de luchar .
Lamentablemente el Ecuador es presa de esa trampa. Nos ha calado hasta el fondo que la legalidad es un simple adorno inservible. La política lentamente ha ido reduciéndose a una batalla mediática; la república, a un circo de vanidades; y la democracia, a una feria de propagandas. Esta enfermedad no es única del Ecuador. Como bien anotaba Pierre Grimal, no es una coincidencia que el auge de los espectáculos de masas en la Antigua Roma, con sus escenarios apabullantes y sobrecogedores, tuvieron lugar durante la caída de la República y el surgimiento del Imperio. El vacío que se creó una vez que fueron perdiendo fuerza la confrontación de ideas y los debate en el Senado, que por tantos años concentró la atención de los ciudadanos romanos, tuvo que ser llenado con gladiadores y carreras de caballos.
El problema es que entre nosotros parece ser que esa, la del espectáculo, es la única política que conocemos. Una forma sobre la que cabalga el jinete del populismo. El líder, y solo él, es el supremo redentor. Él todo lo sana, todo lo sabe, todo lo conoce. Porque nunca yerra es que jamás puede aceptar haberse equivocado y menos dialogar con otros. Ello significaría reconocer que no soy el único, y que otros existen. Por eso es que no puede haber otra verdad que la mía, y otro camino que el que yo trazo. Cual Júpiter, debe estar en constante guerra. No hay espacio para el debate o la reflexión. Quien no me sigue, está en mi contra. El que está en mi contra, está en contra del pueblo.
El pueblo y yo somos uno solo. En otras palabras, el mismo estilo y política que pensamos ingenuamente iba a terminarse para siempre.
Frente a semejante coloso rebosante, ¿qué puede importar el acoso sexual a una mujer por parte de un funcionario de Gobierno, paradójicamente encargado de la "reforma política"? Esa es una minucia, una insignificancia dentro del gran plan del Mesías (búscate otro polígrafo que sí diga que ella miente ). ¡Ah!, pero si Júpiter aparece en algún video en situaciones que podrían afectar su popularidad, eso sí que es importante. Eso sí que merece un decreto imponiendo censura a la prensa, sin importar qué dice la Constitución o los tratados internacionales. Después de todo, yo soy más popular que ambos juntos.
Hernán Pérez Loose
En los últimos días el país ha podido ir saboreando el jarabe de sus errores. Nuevamente comenzamos a transitar en el descalabro institucional. La tesis que acuñó en su momento el nazismo alemán de que la legitimidad de los actos públicos no se mide por su legalidad o conformidad con la Constitución sino por la popularidad del líder que los ejecuta o el golpe de escena que puede generar en la opinión pública, no ha dejado de tener adeptos. Es una doctrina que ha sobrevivido hasta nuestros días a pesar del alto precio que tuvieron que pagar quienes cayeron en esa trampa, algo que el constitucionalismo no ha cesado de luchar .
Lamentablemente el Ecuador es presa de esa trampa. Nos ha calado hasta el fondo que la legalidad es un simple adorno inservible. La política lentamente ha ido reduciéndose a una batalla mediática; la república, a un circo de vanidades; y la democracia, a una feria de propagandas. Esta enfermedad no es única del Ecuador. Como bien anotaba Pierre Grimal, no es una coincidencia que el auge de los espectáculos de masas en la Antigua Roma, con sus escenarios apabullantes y sobrecogedores, tuvieron lugar durante la caída de la República y el surgimiento del Imperio. El vacío que se creó una vez que fueron perdiendo fuerza la confrontación de ideas y los debate en el Senado, que por tantos años concentró la atención de los ciudadanos romanos, tuvo que ser llenado con gladiadores y carreras de caballos.
El problema es que entre nosotros parece ser que esa, la del espectáculo, es la única política que conocemos. Una forma sobre la que cabalga el jinete del populismo. El líder, y solo él, es el supremo redentor. Él todo lo sana, todo lo sabe, todo lo conoce. Porque nunca yerra es que jamás puede aceptar haberse equivocado y menos dialogar con otros. Ello significaría reconocer que no soy el único, y que otros existen. Por eso es que no puede haber otra verdad que la mía, y otro camino que el que yo trazo. Cual Júpiter, debe estar en constante guerra. No hay espacio para el debate o la reflexión. Quien no me sigue, está en mi contra. El que está en mi contra, está en contra del pueblo.
El pueblo y yo somos uno solo. En otras palabras, el mismo estilo y política que pensamos ingenuamente iba a terminarse para siempre.
Frente a semejante coloso rebosante, ¿qué puede importar el acoso sexual a una mujer por parte de un funcionario de Gobierno, paradójicamente encargado de la "reforma política"? Esa es una minucia, una insignificancia dentro del gran plan del Mesías (búscate otro polígrafo que sí diga que ella miente ). ¡Ah!, pero si Júpiter aparece en algún video en situaciones que podrían afectar su popularidad, eso sí que es importante. Eso sí que merece un decreto imponiendo censura a la prensa, sin importar qué dice la Constitución o los tratados internacionales. Después de todo, yo soy más popular que ambos juntos.
Socialismo del siglo XXI
Socialismo del siglo XXI
POR HERMANN TERTSCH
jueves, 05 de julio de 2007
Es un gran lema ese de «Socialismo del siglo XXI», aunque poco original por mucho que nos lo saque a pasear un perfecto golpista electo como Hugo Chávez, se inspire en un dictador y asesino con muy buenas relaciones en Madrid como es Fidel Castro y tenga tantos inverosímiles seguidores en España que incluso se tomaron la molestia de atacar a la hoy ya nada sospechosa Casa de América. Esta institución, cuyas simpatías por supuesto hoy se vierten con mucha mayor generosidad hacia la Cuba residente, es decir hacia cubanos y foráneos que gozan de libertad, comodidad y privilegios en Cuba, ha tenido que soportar las protestas de los más montaraces del castrismo por cobijar a unos liberales que solo pretendían alzar la voz para cuestionar la oportunidad de repetir proyectos fracasados de felicidad que solo hacen sufrir -banal y gratuitamente- a los seres humanos.
Decenas de cartas y mensajes ha recibido el señor Miguel Barroso, director de la Casa de América, ex secretario de Estado para la Comunicación y muy buen conocedor de la mejor parte de Cuba, para protestar porque esa institución acogiera a la «derecha reaccionaria e incluso feudal» -no está mal- convocada para pedir, tan solo en una de las mesas redondas, libertad para los cubanos y movilización de autodefensa latinoamericana a favor de la democracia frente al proyecto totalitario que Castro inspira, Chávez paga y Zapatero y otros ilusos jalean o toleran por simplismo, ideología o pura memez.
Al parecer comienza a haber gente que piensa que pronto podrán hacer tan difícil un encuentro de este tipo junto a la Cibeles como frente al Malecón de La Habana.
¿Qué rayos ha pasado? En realidad nada. El peruano y español Mario Vargas Llosa, de coraje y principios probados, como el mexicano Enrique Krauze, el ex presidente boliviano Enrique Quiroga, el cubano Carlos Alberto Montaner, el colombiano Plinio Apuleyo, el venezolano Rosales y muchísimos hombres de letras, política y pensamiento -conceptos compatibles- se han atrevido a organizar desde la Fundación Internacional de la Libertad (FIL), un foro sobre Europa e Iberoamérica y las relaciones transatlánticas en las que recordar que resulta fundamental para las libertades individuales y los derechos humanos que las democracias occidentales tengan percepción de riesgo e instinto y voluntad de supervivencia. Sin eso no seremos nada.
Y volveremos a las cobardías, indolencias y complicidades que en Europa y Latinoamérica han causado millones de muertos y quebrado la vida de generaciones enteras. Por experimentar hacia los mundos felices de la ensoñación nacionalista o socialista, se han asumido muchos atropellos. «Huevos rotos para la tortilla». El médico nazi Josef Mengele en la rampa de Auschwitz y decenas de miles de «kapos» nacionalsocialistas o comunistas lo hicieron durante casi un siglo con la misma carencia de piedad y escrúpulos de quienes intentan forjar nuevos patriotas en lengua, espíritu y afán en pos de un miserable paraíso.
En Latinoamérica, impulsado por el motor financiero de los petrodólares venezolanos, se ha puesto en marcha un proyecto totalitario como el que surgió en Europa oriental tras la Segunda Guerra Mundial. Lo promueven el dinero y el miedo, pero también la indolencia y el desinterés de los demócratas de todo el mundo. Hora es que se muevan para impedir la tragedia y no tengan otra vez, los mismos, que ser acusados como cómplices necesarios. Pasó en medio siglo en Europa, otro medio siglo en Cuba y puede pasar en medio subcontinente. Todos en España, Casa de América y Gobierno incluidos, harían bien en enorgullecerse de estar en primera línea contra regímenes totalitarios como el cubano y el incipiente venezolano, boliviano o ecuatoreño. Ayer desde luego, La Casa de América cumplió su papel como foro de la libertad contra los regímenes carcelarios del «socialismo del siglo XXI»
* Escrito por Hermann Tertsch
POR HERMANN TERTSCH
jueves, 05 de julio de 2007
Es un gran lema ese de «Socialismo del siglo XXI», aunque poco original por mucho que nos lo saque a pasear un perfecto golpista electo como Hugo Chávez, se inspire en un dictador y asesino con muy buenas relaciones en Madrid como es Fidel Castro y tenga tantos inverosímiles seguidores en España que incluso se tomaron la molestia de atacar a la hoy ya nada sospechosa Casa de América. Esta institución, cuyas simpatías por supuesto hoy se vierten con mucha mayor generosidad hacia la Cuba residente, es decir hacia cubanos y foráneos que gozan de libertad, comodidad y privilegios en Cuba, ha tenido que soportar las protestas de los más montaraces del castrismo por cobijar a unos liberales que solo pretendían alzar la voz para cuestionar la oportunidad de repetir proyectos fracasados de felicidad que solo hacen sufrir -banal y gratuitamente- a los seres humanos.
Decenas de cartas y mensajes ha recibido el señor Miguel Barroso, director de la Casa de América, ex secretario de Estado para la Comunicación y muy buen conocedor de la mejor parte de Cuba, para protestar porque esa institución acogiera a la «derecha reaccionaria e incluso feudal» -no está mal- convocada para pedir, tan solo en una de las mesas redondas, libertad para los cubanos y movilización de autodefensa latinoamericana a favor de la democracia frente al proyecto totalitario que Castro inspira, Chávez paga y Zapatero y otros ilusos jalean o toleran por simplismo, ideología o pura memez.
Al parecer comienza a haber gente que piensa que pronto podrán hacer tan difícil un encuentro de este tipo junto a la Cibeles como frente al Malecón de La Habana.
¿Qué rayos ha pasado? En realidad nada. El peruano y español Mario Vargas Llosa, de coraje y principios probados, como el mexicano Enrique Krauze, el ex presidente boliviano Enrique Quiroga, el cubano Carlos Alberto Montaner, el colombiano Plinio Apuleyo, el venezolano Rosales y muchísimos hombres de letras, política y pensamiento -conceptos compatibles- se han atrevido a organizar desde la Fundación Internacional de la Libertad (FIL), un foro sobre Europa e Iberoamérica y las relaciones transatlánticas en las que recordar que resulta fundamental para las libertades individuales y los derechos humanos que las democracias occidentales tengan percepción de riesgo e instinto y voluntad de supervivencia. Sin eso no seremos nada.
Y volveremos a las cobardías, indolencias y complicidades que en Europa y Latinoamérica han causado millones de muertos y quebrado la vida de generaciones enteras. Por experimentar hacia los mundos felices de la ensoñación nacionalista o socialista, se han asumido muchos atropellos. «Huevos rotos para la tortilla». El médico nazi Josef Mengele en la rampa de Auschwitz y decenas de miles de «kapos» nacionalsocialistas o comunistas lo hicieron durante casi un siglo con la misma carencia de piedad y escrúpulos de quienes intentan forjar nuevos patriotas en lengua, espíritu y afán en pos de un miserable paraíso.
En Latinoamérica, impulsado por el motor financiero de los petrodólares venezolanos, se ha puesto en marcha un proyecto totalitario como el que surgió en Europa oriental tras la Segunda Guerra Mundial. Lo promueven el dinero y el miedo, pero también la indolencia y el desinterés de los demócratas de todo el mundo. Hora es que se muevan para impedir la tragedia y no tengan otra vez, los mismos, que ser acusados como cómplices necesarios. Pasó en medio siglo en Europa, otro medio siglo en Cuba y puede pasar en medio subcontinente. Todos en España, Casa de América y Gobierno incluidos, harían bien en enorgullecerse de estar en primera línea contra regímenes totalitarios como el cubano y el incipiente venezolano, boliviano o ecuatoreño. Ayer desde luego, La Casa de América cumplió su papel como foro de la libertad contra los regímenes carcelarios del «socialismo del siglo XXI»
* Escrito por Hermann Tertsch
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